La historia de la raza Wolfsspitz

El Wolfsspitz, también conocido como Spitz Lobo o Keeshond, es una de las cinco variedades del Spitz Alemán, las cuales se diferencian entre sí básicamente por el tamaño.

De esta forma tenemos al Spitz Enano o Pomerania, al Spitz Pequeño o Kleinspitz, al Spitz Mediano o Mittlespitz, al Spitz Grande o Grosspitz y finalmente a nuestro protagonista: el Wolfsspitz.

Se trata de una de las razas más antiguas de Europa, cuyos orígenes se remontan a la Edad de Piedra, hace unos 6.000 años. Desciende del perro de las turberas, del cual se han encontrado restos sepultados y bien conservados en zonas pantanosas de Alemania y Dinamarca.

Por otro lado, en Atenas se encontró una jarra de vino del siglo IV antes de Cristo donde aparecen una niña y un Spitz. Así mismo el Museo Británico conserva una jarra griega del siglo II antes de Cristo donde aparecen Pegasos y un spitz a sus pies.

Con esto nos podemos hacer una idea de la antigüedad de la raza y lo apreciada que era por el campesinado.

Se cree que tendría un bajo instinto de caza, pues fue seleccionado para vigilar la casa y ejercer labores de pastoreo. El Spitz resultó ser un magnífico perro de vigilancia, que avisaba de la presencia de intrusos en hogares, granjas, almacenes, etc.

Los Spitz se desarrollaron de diferente manera en varios países, variando así su talla y su color.

Durante el siglo XVIII las variedades más pequeñas empezaron a ganar popularidad en Gran Bretaña. El Spitz comenzó a aparecer en la corte, donde fue muy apreciado. A estos perros se les llamó Pomeranias, por el lugar donde se suponía que se habían originado.

El Wolfsspitz es la variedad más antigua del Spitz Alemán. No era un perro de la nobleza, sino un perro para el pueblo. Se desarrolló principalmente en Alemania y Holanda como vigilante en las barcazas que navegaban entre ambos países.

Los holandeses llamaban a estos grandes perros grises Keeshond, debido a que en el siglo XVIII se convirtió en el símbolo del partido político de la Patria Holandesa, dirigido Cornelis (Kees) de Gyselaer, el cual poseía uno de estos perros. En su honor se le dio su nombre a la raza.

Sin embargo la rebelión fracasó, Gyselaer fue ejecutado, y muchos propietarios abandonaron o sacrificaron a sus keeshond para evitar ser ajusticiados por rebeldes. Esto, unido al hecho de que el uso de las barcazas disminuyó a finales del siglo XIX, hizo que la raza estuviese a punto de desaparecer.

Afortunadamente la baronesa Van Hardenbroeks, gran amante de los perros, contribuyó a su conservación.

La baronesa Van Hardenbroeks contribuyó a conservación de la raza.

Posteriormente la raza fue introducida en el Reino Unido, aunque no gozó de mucho éxito. En 1920 llegaron los primeros ejemplares a EEUU donde comenzaron a ganar popularidad. El Keeshond Holandés fue reconocido como raza por el American Kennel Club en el año 1930. Desde 1998 la FCI considera que son la misma raza que el Wolfsspitz Alemán.

Texto: Raquel Herrero e Eva Alkorta, del afixo “Ilargi Betea’ko”

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